viernes, mayo 21, 2004

Que Freud, ni ocho cuartos...

Cuando yo era chico y me mandaba una macana, mi mamá, lo arreglaba rapidito, un sopapo y a otra cosa. Bastaba nada más un pequeño "acomodamiento de ideas" para poner cada cosa en su lugar, el berrinche se pasaba y cada cuál a lo suyo. Al día siguiente venía el sermón acerca de lo que había hecho, si el asunto merecía la pena, pero primero, el "schiaffo."

Mi abuela decía que había trompadas didácticas y que un "escarmiento" a tiempo valía más que mil palabras. Hoy con todo esto del psicoanálisis, las vivencias de aquellos hijos de ayer, hoy devenidos a padres, la tendencia pareciera ser otra. No hace mucho, me toco vivir una experiencia muy particular en el super.

Me encontraba en la cola de "cajas rápidas", y justo delante mío, estaba una madre joven con su hijita, que no debía tener más de tres año. La nenita, un princesita, vestidita de manera impecable y muy compradora, le decía a su mami que le comprase una cajita de no se que golosina. La madre le dijo que no y ¡zás!, la hecatombe. La que hace un instante era una princesita, se transformo en un monstruo de sesenta centímetros de estatura, vociferante, grosero y maleducado.

¿Cómo podía caber tanta maldad e histerismo en un envase tan chico? -me dije- y recordé que el veneno también viene en el mismo tipo de recipiente...Como sea, la pobre madre, pálida del bochorno que ese monstruo bípedo le estaba haciendo pasar, decide concederle el capricho a "la nenita" y allí se abre otro capítulo.

Llegan a la línea de caja, la madre vacía todo su changuito y a la hora de pasar el juguetito de la nena esta no se lo da. -"Dame, Luli, que se lo tengo que pagar a la señora" - repetía la madre. La chiquita con cara de impávida y con la cajita de su tesoro apretada en su pecho, nada respondía. -"¿Qué te pasa mi amor, no te gusta el juguetito?"- Volvía a insistir la madre "¿Te gusta más aquel otro...O este mejor?" "¿Cuál llevamos mi cielo?"- Seguía repitiendo la pobre mujer su corolario.

A todo esto ya habían pasado como diez minutos y los ánimos de la gente empezaban a inquietarse. En una de esas se siente un grito agudo que viene del fondo decir: "Yo te voy a enseñar a vos como educar a esta mocosa". Era una viejita totalmente fuera de sus cabales, nos apartó a todos de la fila, agarró a la nena por la oreja y le dijo: "Escúchame bien clarito, te decidís por un muñequito ahora o elijo yo por vos que no tengo todo el día para perder".

La nena, miró atónita a su madre, puso una de las cajitas sobre la cinta transportadora y cruzó para el otro lado. La madre, más atónita que su hija aún, pagó rápidamente y se fue de la mano con su proyecto de piquetero. La viejita retornó airosa a su lugar en la cola y todos pudimos irnos al cabo de un tiempo. Por eso, amigos míos, no ve me vengan con eso de psicología y libros de Jorge Bucay, que a la hora de educar, no hay dos como mi abuela...

MAJOFA®

1 comentario:

Camilo E. Ramírez dijo...

Efectivamente, como usted bien señala, hay una sabiduría de acto en esa abuela, que encara y resuelve la situación del berrinche de una niña. Es esa sabiduría justamente la que el psicoanálisis pone en el centor de su que-hacer. Lo demás son caricaturizaciones del mismo. No sé que referencias tenga del psiconálisis, que experiencias, pero de eso se trata, no de teorías y teorías, esas siempre están en replanteamiento, sino en un método.

Le invito a ir a mi blog, donde seguramente encontrará consonancia con lo que usted plantea:
http://camiloramirez-garza.blogspot.com/

Saludos