jueves, junio 03, 2004

Al don, al don, al don pirulero...

Cada cuál, cada cuál, atiende su juego, reza la popular canción, pero el miércoles por la noche, en Belo Horizonte, ninguno de los once que visten la albiceleste, selección de Marcelo Bielsa, pareció entenderlo así. Literalmente los brasileños nos pintaron la cara...

Después de una jornada muy agotadora, andaba con ganas de distraerme un poco, así que me dispuse a ver televisión. Sinceramente tenía muchas ganas de ver algo vacío y sin contenido, algo que no me hiciera pensar y me entretuviera. Sabía que ahí estaba, pero la quería evitar. Busque por lo largo de los setenta y tantos de canales tratando de obviarla.

Lamentablemente siempre cedo a mis instintos autodestructivos y sadomasoquistas, así que me puse a ver a nuestra querida selección de fútbol. Como por la mañana ya habíamos tenido una alegría al enterarnos que el tenista David Nalbandian, había triunfado por sobre su par brasileño, Gustavo Kuerten, me dije, que en una de esas la historia se podría repetir por la noche.

Había cenado opíparamente así que me aposté en el único espacio de la casa que me es absolutamente mío, todavía: el sillón para ver la tele. Este maravilloso aditamento es totalmente exclusivo para mí y no lo pienso ceder en absoluto en mi unión marital, próxima a producirse. No sé si fui claro...

Como les decía, me puse a ver el partido y la verdad que, al principio, la cosa tan mal no nos iba. Argentina jugaba bien y llegaba, hasta que un muchachote vistiendo la verde amarella, con menos cintura que el hipopótamo de Pumper, Ronaldo, se deja cometer falta en el área y penal para ellos.

Realmente no los quiero aburrir con el relato de todo el partido, solo me basta decirles que Brasil llegó a la victoria de la mano de este fulano dos veces más. La comida se me atravesó, me puse de mal humor, saqué a mi perrita y me fui a dormir. Juré no ver nunca más un maldito partido de esta lastimosa selección. No podía entender como Bielsa seguía a cargo del seleccionado. Ver un partido de este equipo es como entrar en la dimensión desconocida. Un tres, Juampi Sorín, hace las veces de nueve. El nueve, hace de enganche (qué hacía Crespo jugando por afuera y tirando centros para que Aimar los cabecee por Dios!!!!) y al siete, lo reemplaza por un diez, que al rato lo retira de la cancha, para que otro siete juegue por adentro...

En fin, caí profundamente en la cama, cerré los ojos y me quedé dormido. En sueños tuve una revelación, soñé que viajaba en el tiempo muchos años adelante, Argentina era un país rico y próspero, sus gobernantes eran honestos y el pueblo estaba realmente contento. Sin embargo, hubo una cosa que me llamó poderosamente la atención, había una estatua en medio de la Plaza de Mayo, de color bronce reluciente, adornada con muchas flores conmemorativas, venerada y admirada por multitudes, con rostro serio y cara de preocupada. Su rostro me era familiar, lo tenía de algún lado, pero, ¿de dónde era?

Me acerco un poco más, protejo mi frente del resplandor del sol, y asombrado, no puedo dar crédito a lo que mis ojos veían: Era Marcelo Bielsa!!!! Al píe de la misma un epígrafe decía: “Al héroe nacional, incomprendido en su época, gracias por tus enseñanzas que nos dejaron siete campeonatos mundiales.” Súbitamente me despierto todo transpirado, miro el gorrito de arlequín colgado del respaldo de la cama, al lado de la bandera arrugada por tantos apretones, miro a mi novia que duerme profundamente ajena a mis pensamientos, me levanto, voy a la cocina, me sirvo un vaso con agua bien helada, me asomo por la ventana y veo, en el edifico de enfrente, a mi vecino, atónito como yo, acompañado de su vaso, los dos nos miramos y no decimos el uno al otro: “¿será cierto ché?,” “Mirá si es verdad.”

Por eso, este domingo, me voy a poner el despertador bien tempranito, voy a preparar unos ricos macarrones a la boloñesa, voy a prender la tela y voy a gritar con todo el corazón: ¡Vamos Argentina todavía! En una de esas, estoy en presencia un hecho histórico y no me doy cuenta

Saludos

MAJOFA®

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Nota al pie: Mi abuela decía que se predica con el ejemplo. Si exigís puntualidad, se puntual; si exigís respeto, respetá. Bueno, el gobierno nos exige que no derrochemos energía, y la verdad, que saben predicar con el ejemplo...



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